Exiliado en Francia durante cuatro años al estallar la guerra civil, Pío Baroja se esforzó por mantenerse al margen de los acontecimientos, defendiendo de manera no siempre fácil de entender su independencia personal y su indiviadualismo, no queriendo comprometerse ni con unos ni con otros, combatiendo eso sí, y de manera expresa, cualquier forma de totalitarismo, de barbarie y de crueldad ya fuera de un bando o de otro.
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